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🔴Podcast 15: ¡Ay, dios mio, qué dilema! ➡ ¿Debo cerrar mis redes?

El domingo me topé con un artículo en El País que me llamó la atención porque llamaba GAFA -y en mayúsculas- no sólo a una, si no a cuatro gigantes tecnológicas que, de gafas, no tienen nada.

De hecho, según reza el texto de Joaquín Estefanía, “las GAFA no han estado sometidas apenas a regulación, no han sufrido obstáculos legales para desarrollarse y para arramblar con todo lo que crecía a su lado y podía constituirse su competencia”.

Además de lepra y los habituales lentes de ver, el diccionario de la lengua española define la palabra “gafa” como una persona torpe y poco inteligente. Un coloquialismo común en el hablar de los puertoriqueños, dominicanos, y venezolanos como yo.

Sin embargo, GAFA viene a ser hoy en día las siglas que componen a los dueños de las mayores bases de datos personales del planeta -por no decir, los dueños de nuestros comportamientos-, léase Google, Apple, Facebook y Amazon.

Sospechoso dilema

Hace poco tuve la oportunidad de participar como entrevistado en el programa online de mi querido amigo George Harris, un comediante de cuantificable popularidad en Miami y conocido en el resto del mundo donde viva un venezolano. George me invitó para hablar de un documental que ha logrado que más de uno salga corriendo despavorido a cerrarse sus perfiles en las redes sociales. Se trata de “The Social Dilemma”.

Cuando Harris me hizo la invitación, confieso que no tenía ni idea de lo que hablaba. Gracias a la vida, fin de semana por medio, pude ver con detenimiento este trabajo documental. Ese mismo domingo, en el periódico que leo, habían salido dos reportajes a doble página reflexionando sobre asunto. Aquello fue anillo al dedo.

“The Social Dilemma” resuena como una alerta tardía que retrata los negativos efectos antropológicos y sociales que tienen las redes sociales sobre nosotros a través de la predicción de nuestro comportamiento, basada en las huellas que dejan los datos que compartimos, a diario y sin saberlo, con estas aplicaciones. En dos platos: en cómo nos manipulan descaradamente a través de nuestros teléfonos.

En lo personal, no me resulta una sorpresa el contenido de “El Dilema de las Redes Sociales”. Cuando estudias marketing digital, te preparas, por ejemplo, para entregar en manos de un algoritmo una base de datos de tus clientes que has logrado levantar -limpiamente y con su consetimiento- con el fin de que las máquinas de Facebook o Instagram busquen entre su red a miles o millones de personas similares o idénticas a tus usuarios, que serán perseguidas con tus anuncios publicitarios. El alcance de esos nuevos potenciales clientes estará condicionado, of course, de tu presupuesto.

Volviendo al lío. Lo que me pareció un poco gafo de este documental, fue el hecho de no contar con un contraste en los entrevistados. Todos hablaron de lo mismo. No hay nadie que defendiera el modelo actual de las redes. Y eso me resultó un poco sospechoso.

Tan sospechoso como que sea el mismo Netflix el que decida apostar por este nuevo evangelio digital, como el mesías que viene a salvarnos de nuestra sigilosa adicción al teléfono. ¿O es que a caso nadie ha pasado horas viendo el catálogo de esta plataforma de streaming para al final acabar viendo nada? Y para cuando logras salir de este “efecto Netflix”, según lo que viste, seas bombardeado de recomendaciones basadas en “tus gustos”. En definitiva: mi Netxflix no es igual al tuyo.

El vigilante no es gafo

Por supuesto, no estoy de acuerdo con algunas prácticas que ejecutan estas empresas de tecnología. Y mucho menos lo poco recíproco que resulta que ellas sepan todo -o casi todo- sobre nosotros, y sin embargo, no hayan tenido la educación de presentarnos a su algoritmo, al menos para ponerle cara, así sea por un Zoom, de esos que están tan de moda en estos tiempos pandémicos.

Parece ser que este modelo de negocio, bautizado recientemente como “capitalismo de vigilancia” por la profesora emérita del Harvad Bisness School Shosana Zuboff, no tiene vuelta atrás (aunque insista en espabilarnos en su libro de casi 900 páginas que aún dudo si deba leer, porque me dan miedo los fundamentalismos, aunque tal vez sea un prejuicio o simple pereza).

Mientras las leyes vayan por detrás de la tecnología como un hecho prácticamente inevitable (primero aparecen las apps y años después se regulan), será dificil volver a un punto de partida que ahora suena prehistórico, donde podíamos perfectamente vivir sin un teléfono metido en el bolsillo sin morir de ansiedad.

La culpa es del contro remoto

Leía en estos días que el control remoto (en España, mando de la televisión), fue el culpable de, no solo de matar los anuncios de la tele, si no introducirnos esa mala maña que tenemos de no dejar tranquilo al móvil por unos pocos minutos. Y ahí nos encontraremos quién sabe cuántas veces al día: abriendo de una en una aplicaciones que son fábricas de notificaciones. ¡Ay, notificaciones! Esos globos rojos que parecen gritarnos desesperadamente que los toquemos para volver a gritarnos mucho más escandalosamente la última nueva, como si el mundo se fuera a acabar, que un amigo de Facebook, que en realidad no es tu amigo, está de cumpleaños. ¡Vaya, por Dios! Como dijera mi amiga Monona: “¡Este mundo se va a acabar!”.

Hablando de acabar, para mí, lo más brillante del documental ¿netflixniano? está en sus últimos minutos, justo antes de los créditos, cuando los exdirectivos de estas GAFA nos dan recomendaciones básicas y menos apocalípticas para un uso responsable de las nuevas tecnologías: desactiva las notificaciones, restringe tus datos, restringe el GPS, etc.

A decir verdad, aunque aún transito por la cera de enmedio en este debate -quizás por mi infinito desconocimiento en este asunto-, me parece que la responsabilidad está de nuestra parte como ciudadanos: ser más cuidadosos de la información que consumimos para, en consecuencia, ser más cuidadosos en lo que opinamos en las distintas plazas de estos pueblos digitales, y de esta manera no pecar de gafos.

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Hola, soy
Ricardo

Soy un apasionado por la comunicación, la formación, el marketing digital, la innovación y me considero un crítico de las redes sociales. Mi búsqueda es que encuentres el propósito en lo que haces dentro del mundo digital.

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