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🔴Podcast 16: El placer de lo inútil

Tengo una debilidad por las noticias y las cosas inútiles.

Hace un tiempo atrás se me ocurrió crear el “Notinútil”, una sección para el programa de televisión en el que trabajaba que serviría de contenedor para hablar de las cosas sin relevancia, pero cuyo sentido de la curiosidad era tal, que migraba a los periódicos.

La historia del gato desaparecido que regresó a casa con un cartelito guindando en el cuello que expresaba la deuda con una pescadería de la que suponemos dio banquete el felino. O las dos hermanas gemelas que dieron a luz, a la vez, el día de su cumpleaños. Hoy por ejemplo leía en la página principal del medio de tecnología por excelencia, The Verge, la siguiente noticia: Un operador de cámara autónomo, de Inteligencia Artificial, confundió repetidamente la cabeza calva con un balón de fútbol durante la transmisión en directo. Y qué decir de esta perla: las hermanitas que se hicieron virales por pelearse en un cumpleaños, terminaron en un programa de televisión compitiendo para apagar 500 velas.

Esta semana leía en el artículo semanal de Boris Izaguirre en El País, una anécdota que forma parte de la historia rosa de España: la cantante Isabel Pantoja presentando a su hijo en pleno concierto, donde por cierto se encontraba nada más y nada menos que la reina Sofía. Al pequeño se le antojaba aleatoriamente aprovechar el momento para gritar a los cuatro vientos su predilección gastronómica: “¡Carne!”. Carne de memes se hubiese vuelto el pequeño Kiko si ese evento se hubiese producido hoy y no a mediados de los ochenta.

Descubrí que siento gran placer por la información que aparentemente no aporta valor, y sin embargo está ahí, volviéndose noticia por su singularidad, compitiendo por formar parte de la cultura popular digital. O a caso, ¿a quién no le gusta un meme?

Una mujer de su tiempo

En verano de este año me operaron de la nariz para enderezarme el tabique. En medio de mi reposo médico, hice un Zoom con una amiga, que grabé sin avisar. A las pocas horas de haber finalizado la conversación, en medio de mi aburrimiento por la baja, me puse a editar la grabación. El resultado fue un hilarante programa de tres capítulos presentado, eso sí, sólo por mi amiga @MonitoUnderwood: “Una mujer de su tiempo”, que esta semana cerró con listón en alto su primera temporada.

“Una mujer de su tiempo” puede parecer un monólogo de información trivial, pero descubrí, después de verlo repetidas veces, que se trataba de una reflexión nada acartonada de temas que nos ocupan. Desde el fundamentalismo, pasando por la sobrestimación de las generaciones jóvenes, hasta el algoritmo de TikTok: @MonitoUnderwood sostiene la teoría de que los chinos te ven la pupila para detectar tus bajas pasiones y mostrártelas descarada y descarnadamente: personas con sobrepeso bailando, hombres en tacones, personas sacándose granos, conejos ¿pariendo huevos? En fin, que los de TikTok son capaces de leerte el pensamiento a través de los ojos. El acabose de este planeta.

Esta serie de tan sólo tres episodios puede verse en su cuenta de Instagram. Eso sí, Monona, como es conocida por sus amigos, advierte que no hay que tomársela en serio, que los fundamentalismos son malos y que nunca estará de acuerdo con lo que haya dicho en su anterior capítulo.

Inutilidad tangible

La inutilidad, en mi caso, trasciende lo etéreo. Hace poco me regalaron unos calcetines que venían empaquetados en una caja de pizza. Todo un alarde de curiosidad sin par. Me gustó tanto el regalo, que aún conservo las medias con estampados de pepperonis metidas en su caja de pizza.

Y qué decir cuando entré por primera vez a una tienda Tiger. Me sentí en Disneylandia. Tiger es de esos lugares que te tienes que recorrer detenidamente para dejarte sorprender por sus objetos. Libretas peludas, perezas miniaturas para abrazar bolígrafos, slime de todos los colores, postits gigantes, barajas de cartas extra grandes, hucha o alcancía enorme en forma de cerdito clásico, espadas de gomaespuma, cuadernos de notas para la ducha, y clips con perlas.

Los objetos inútiles son un atractivo que, por cierto, me viene por culpa de la hermana de @monitounderwood, la famosa repostera e instagramer: @supermarylicius. Marylicius necesita hacerse con cosas inútiles “para poder seguir viviendo”. La he visto comprarse divertidos disfraces inflables, desde un zumo bien gordo hasta un Tiranosaurio Rex. Eso sin contar con su colección de pijamas (Pikachu, Hello Kitty, elefante, burro…). Salir de compras con Mary es un verdadero peligro. Te seducirá a la trivialidad más atractiva del universo.

Como dijera el filósofo italiano, Nuccio Ordine, en su libro “La utilidad de lo inútil”: “Si dejamos morir lo gratuito, si renunciamos a la fuerza generadora de lo inútil, si escuchamos únicamente el mortífero canto de sirenas que nos impele a perseguir el beneficio, sólo seremos capaces de producir una colectividad enferma y sin memoria que, extraviada, acabará por perder el sentido de sí misma y de la vida. Y en ese momento, cuando la desertificación del espíritu nos haya ya agostado, será en verdad difícil imaginar que el ignorante homo sapiens pueda desempeñar todavía un papel en la tarea de hacer más humana la humanidad“.

Por cierto, el “Notinútil” se consumió a sí mismo en el momento el que resultó tan trivial e inútil que, a pesar de los picos altos de audiencia que generaba, terminó siendo sacado del aire.

La belleza de lo inútil reside en ese figure out que desata en nosotros, ese insight que nos hace tener, tan inútil al final, que ni siquiera existe una palabra en español para describirlo.

A propósito, de mis medios favcoritos para leer noticias inútiles destaco Gonzoo de 20 minutos, y Verne de El País.

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Avance capítulo 2 de la mini serie más corta que existió. Le mande a mi hermana los avances. @panadera_pan_pan con la que me llevo apenas un año y me dice: y acaso yo no llené ese álbum también. Estupefacta ( tono una mujer de su época) le respondí: seguramente si, pero yo no me acuerdo. Me acuerdo que compartimos todo hasta grandes y este álbum está en mi casa. Ella me respondió: te confieso que yo tampoco me acuerdo. Nos reímos largo, a carcajada, teníamos un recuerdo que creíamos tener pero no lo recordamos. Feliz domingo

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